diumenge, 18 de març del 2012

¿Y ahora adónde vamos? (2011)


La buena convivencia entre personas de diferente religión, raza o nacionalidad, parece ser algo por lo que la mayoría no apuesta, algo por lo que el poder dominante no se esfuerza lo suficiente, pero a la vez, algo que todavía puede encontrarse y por lo que algunas personas no dejan de luchar.


Después que en 2007 nos presentara el maravilloso largometraje ‘Caramel’, con el que logró un gran éxito, la libanesa Nadine Labaki vuelve con ‘¿Y ahora adónde vamos?’. Ya premiada en diferentes festivales como Toronto o San Sebastián, esta bella historia rodada en tres pueblos distintos, nos trae el sentir de las madres, hermanas, esposas, de los hombres que durante generaciones se han matado por sus diferencias culturales y religiosas.

La acción se centra en una pequeña aldea donde la mitad de la población es cristiana y la otra mitad musulmana, pero donde la convivencia resulta de lo más natural y sus diferencias no les crean conflictos. Parte de este éxito recae en el aislamiento mediático de  la zona, donde las noticias de altercados religiosos en diferentes puntos del país no consiguen llegar con facilidad a la zona. Pero, aunque a cuentagotas, algunas tristes informaciones acaban sabiéndose y afectando a sus habitantes.



Ya hartas de disputas que durante siglos han convertido a las mujeres del pueblo en viudas, huérfanas o madres desoladas, éstas deciden, junto a los líderes religiosos de la comunidad, que es hora de actuar para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Ellas ven muy claro que aquello que une a los habitantes del pueblo es mucho más y más poderoso que lo que les separa, pero saben también que hacerles pensar a todos de esta manera no será tarea fácil, por lo que cierta ayuda exterior puede ser clave para su éxito.

Nadine Labaki que, tal y como ya hiciera en ‘Caramel’, dirige y al mismo tiempo protagoniza la cinta, consigue llenar esta dramática historia de sonrisas y situaciones cómicas, encontrando incluso en un escenario tan hostil espacio para el amor. El excelente guión de la que Labaki es coautora se completa con la maravillosa música de Khaled Mouzanar, para realzar más la belleza de la cinta.

El resto del reparto junto a un buen número de actores no profesionales, lo completan Claude Baz Moussawbaa, Kevin Abboud, Julian Farhat, y el que resulta ser uno de los personajes principales, el propio pueblo, con su iglesia y su mezquita una junto a la otra.


Así, Nadine Labaki pone ante el espectador una cruda realidad bañada en sangre y lágrimas, para hacernos pensar en el sentido que tienen muchas de nuestras disputas y conflictos, en los que a menudo llegamos incluso a olvidar su origen y su finalidad. La directora crea una bella película, con una preciosa escena inicial llena de simbolismo, y al mismo tiempo consigue hacernos sonreír y mostrarnos el lado cómico de la vida por el que siempre deberíamos apostar.