dilluns, 23 de maig del 2011

El último verano de la boyita (2009)


La adolescencia puede resultar en muchos casos la época más maravillosa de la vida, a pesar de no tener en el momento plena conciencia de ello, pero al mismo tiempo suele estar llena de confusión, dudas y temores.


Basando esta historia en unos personajes que se hallan cerca de esa etapa, la directora y guionista argentina Julia Solomonoff rodó en 2009 esta joya del actual cine latinoamericano, con la que consiguió gran cantidad de premios por festivales de todo el continente.

Realizando también Solomonoff funciones de dirección de fotografía consigue llenar el film de preciosas y bucólicas escenas campestres, desde las que nos acerca el encuentro entre Jorgelina y Mario, dos preadolescentes de origen muy dispar y de diferentes caracteres pero que no tardarán en iniciar una bonita y sincera relación de amistad. Él se encuentra en su casa, donde trabaja con sus padres a pesar de su corta edad, mientras que la joven está temporalmente de vacaciones, con su comprensivo y amistoso padre. Al poco tiempo la extrovertida Jorgelina inyectará algo de aire juvenil a la difícil vida de Mario, con lo que conseguirá la confianza del chico, llegando así a desenmascarar una realidad que sorprenderá a todos, y que cambiará el rumbo de su vida para siempre.



Los debutantes Nicolás Treise y Guadalupe Alonso realizan unas interpretaciones de lo más creíbles, y las llenan de matices en un sinfín de momentos en que sus gestos y miradas enriquecen enormemente el guión. Les acompañan en el reparto el también argentino Gabo Correa y la extraordinaria actriz uruguaya Mirella Pascual, que muchos recordarán por su sobresaliente papel en la película ‘Whisky’.

‘El último verano de la boyita’ es una pieza llena de sensibilidad y delicadeza, de esas que gusta mirar y que a medida que avanza se hace sentir. A través de la inocencia de sus personajes y la sencillez de cuanto les rodea, al espectador le llegarán los sentimientos más intensos y las emociones más sentidas.

 
Quizás sea cierto, como ocurre en esta maravillosa película, que el verano es época de descubrir, de experimentar y de vivir, y si se tiene la suerte de hacerlo en la campiña argentina la experiencia es aún mayor.